El neoliberalismo desató su furia hacia finales del siglo pasado. El derrumbe del antagonismo imperante con el fin de la segunda guerra mundial y reordenamiento de las principales potencias, le dejó el camino abierto a una nueva fase del capitalismo: el imperialismo. Francis Fukuyama pronto le otorgó sustento teórico con su libro “El fin de la historia y el último hombre”, en el que señalaba, entre otras cosas, que se habría acabado la lucha ideológica en el mundo y sólo el libre mercado sería el encargado de gobernar en la nueva etapa de la sociedad. De allí se avanzó en la mundialización y la homologación de un mundo gobernado por un solo país y bajo una sola ideología: La liberal. Este liberalismo pronto fue sucumbiendo bajo su propia dinámica, creyéndose así misma ese postulado de vacío ideológico que planteaba el politólogo de ascendencia japonés. La industria cultural dominante se encargó de encapsular la diversión y los contenidos “apolíticamente correctos”, imbuyendo a la sociedad mundial en un soporífero letargo de acción ante el inagotable avance de las desigualdades entre los humanos, el afán de agotamiento de los recursos naturales y la profundización del individualismo darwiniano.
En América Latina, el recrudecimiento de un neocolonialismo indiscriminado que redujo a las oligarquías a un entreguismo absoluto de la soberanía, a un desmontaje del Estado y a la progresiva marginalización de grandes sectores de la sociedad, devino en una nueva oleada de resurrección popular que se ha manifestado en distintos polos del continente, con distintas velocidades y distintos tipos de reivindicaciones: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Nicaragua, Honduras, entre otros, han producido nuevos códigos para la participación popular en la construcción, o reconstrucción, de la soberanía latinoamericana. Evidentemente esto ha generado una fuerte reacción en los diversos polos de hegemonía que construyó el neoliberalismo en la región. Figuras políticas hechas bajo el esquema de consenso y medios de comunicación que, siendo beneficiarios directos del sistema de poder -tanto económico como cultural-, han librado una batalla sin cuartel.
Una muestra de esa articulada y metódica acción se ve reflejado después del discurso que diera en la Cumbre de Cancún el pasado 22 de febrero el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, otrora ganador del Premio Nobel de la Paz (recientemente otorgado también al presidente del gobierno con más presencia militar alrededor del mundo entero, demostrando así el desapego a la coherencia semántica que se desprende del enunciado del propio galardón). El discurso, apología conservadora, fue semilla para el cultivo de citas para los noticieros. Poco a poco fueron diseccionando elementos fundamentales para armar toda una campaña que, amparada en la presunta “buena imagen” de Arias, al que catalogan de “hombre de paz”, pusiera en el tapete los valores liberales bajo absurdos anclajes guerreristas del sur del continente.
El primer elemento que trae Arias sobre la mesa fue el siguiente: “Muchos quieren abordar un oxidado vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo durante la Guerra Fría. América Latina corre el riesgo de aumentar su insólita colección de generaciones perdidas. Corre el riesgo de desperdiciar, una vez más, su oportunidad sobre la Tierra. Nos corresponde a nosotros, y a quienes vengan después, evitar que eso suceda. Nos corresponde honrar la deuda con la democracia, con el desarrollo y con la paz de nuestros pueblos, una deuda cuyo plazo venció hace siglos”. Es evidente que el insigne presidente quiere apartarnos del debate de las ideas, cuando ese punto que quiere evadir es la base del debate político que se plantea hoy en la región. La postura engañosa de pretender contraponer el debate de las ideas sobre las que se fundamentaran los Estados y la unión latinoamericana contra la “democracia”, es un artilugio retórico soportado sólo por la imaginación del declarante y por el imaginario implantado por la industria de las comunicaciones en el cual se procura dar por sentado que sólo hay un tipo de democracia, que está asociada con el libre mercado, mientras que toda visión progresista respalda regímenes autoritarios y “no democráticos”. La aparente ignorancia de esta reiterada alteración de la teoría política, simplemente se cimienta en ese axioma fundamental de la praxis del periodismo moderno: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
A partir de esta visión general que coloca en contexto, el viejo zorro se lanza un ataque directo que los medios de comunicación se encargarán de codificar como la caracterización del gobierno venezolano: “No se debe confundir el origen democrático de un régimen con el funcionamiento democrático del Estado. Hay en nuestra región gobiernos que se valen de los resultados electorales para justificar su deseo de coartar libertades individuales y perseguir a sus adversarios. Se valen de un mecanismo democrático, para subvertir las bases de la democracia. Un verdadero demócrata, si no tiene oposición, debe crearla. Demuestra su éxito en los frutos de su trabajo, y no en el producto de sus represalias. Demuestra su poder abriendo hospitales, caminos y universidades, y no cerrando medios de comunicación. Un verdadero demócrata demuestra su energía combatiendo la pobreza, la ignorancia, la inseguridad ciudadana, y no imperios extranjeros, conspiraciones secretas e invasiones imaginarias”. No hace falta que haga mención alguna del país al que se está refiriendo, de eso se encargará, una vez más, otro escalón de la cadena liberal. A partir de aquí los medios de comunicación empiezan a repetir estas aleccionadoras frases del presidente de Costa Rica asociándolas a las acciones del presidente venezolano. Lo que no saben, ni Arias ni el resto de los lacayos imperiales, es que sus argumentos todos caen por su propio peso. En primer lugar, en Venezuela la democracia no sólo se fundamenta en elecciones, las cuales son continuas y legitiman año a año las acciones de la revolución, sino que se fundamenta en la acción constante del pueblo hecho gobierno, en la participación popular.
La revolución en 10 años ha logrado llegar, de la mano con la acción popular, a mejorar los valores cualitativos de la población. Hoy Venezuela está considerado un país con un Nivel de Desarrollo Humano Alto por el PNUD con un índice del 0,844. Lo cual demuestra el fruto del avance sostenido en materia social por parte de la Revolución. Todo eso a pesar del asedio constante de lo que califica como “conspiraciones secretas e invasiones imaginarias”, las cuales se han demostrado en el golpe de estado de 2002 en el que participaron activa y orquestadamente los medios de comunicación que supuestamente se están “clausurando”.
Es falso que en Venezuela se hayan cerrado medios de comunicación. Los empresarios comunicacionales han intentado hacer ver como cierres políticos lo que han sido medidas administrativas propias de la soberanía del Estado. Le corresponde a éste administrar el espectro radioeléctrico por el cual viaja la señal televisiva. Si hay que reclamar hoy en día algo en América Latina es la enorme concentración que tienen los privados de este espectro, en Venezuela supera el 60%. Seguramente Arias conoce de eso ya que en 1987 hizo un decreto para poder privatizar el sector telecomunicaciones en Costa Rica –monopolio que hasta entonces estaba en manos del Estado-, durante su primer mandato, hecho que dos años más tarde fue declarado inconstitucional por el tribunal de su país.
Finalmente Oscar Arias entra en el terreno para el que fue llamado, para el que fue creado más bien: “¿con qué derecho se queja América Latina de su pobreza si gasta, al año, casi 60.000 millones de dólares en armas y soldados? La deuda con la paz es la más vergonzosa, porque demuestra la amnesia de una región que alimenta el retorno de una carrera armamentista, dirigida en muchos casos a combatir fantasmas y espejismos… Pero en la gran mayoría de nuestras naciones, un mayor gasto militar es inexcusable ante las necesidades de pueblos cuyos verdaderos enemigos son el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la desigualdad, la criminalidad y la degradación del medio ambiente”. EL partido con el cual llegó Oscar Arias al poder tiene entre sus logros fundamentales “Disolver el Ejército como Institución permanente”, esto aparece en la historia de su partido. Ellos renunciaron a la soberanía de la defensa. Delegaron en otros Estados esta responsabilidad fundamental de su pueblo. Fue una estrategia continua de los Estados Unidos ir reduciendo la capacidad militar de cada uno de los países latinoamericanos. La desmovilización y la considerable reducción de la capacidad operativa y de respuesta fueron notorias. Mientras tanto el fortalecimiento del poderío gringo era cada vez más palpable.
Las realidades de cada uno de los países latinoamericanos son distintas, los alcances en la inversión militar también son diversos. Hay países que han mantenido un continuado plan de compra de armamento, como Chile. Hay otros países que tienen tratados militares con los Estados Unidos, como Colombia. Pero hay otros países que están bajo una clara amenaza, como Venezuela que hasta hace cuatro años tenía la capacidad de respuesta por el piso, amén de una política de austeridad financiera que en ningún momento detuvo la preocupación por las mejoras al pueblo. La inversión social acumulada de los últimos 10 años en Venezuela es de 330 mil 582 millones de dólares. La inversión en educación, que estaba alrededor del 1% del PIB antes de la llegada del presidente Chávez, hoy se ubica por encima del 12%. Estos son apenas algunos de los datos de la realidad que el señor Arias y los
El debate para la construcción de un nuevo orden pasa por el debate serio y leal. Por entender que nos encontramos en un momento de determinaciones y de sentar posturas para poner piedra sobre piedra en el nuevo camino que debe tomar América Latina. La tesis liberal que hoy intentan rescatar a través de mentiras y subterfugios fracasó de forma rotunda como modelo en nuestra región. De eso se dieron cuenta los pueblos que hoy toman la batuta de la liberación y forjan su propio destino sin caer en el juego que plantean los medios o los ladridos de los perros liberales.
Colectivo Nuestroamericano Alí Primera