lunes, 26 de abril de 2010

Arias, su discurso y los medios

El neoliberalismo desató su furia hacia finales del siglo pasado. El derrumbe del antagonismo imperante con el fin de la segunda guerra mundial y reordenamiento de las principales potencias, le dejó el camino abierto a una nueva fase del capitalismo: el imperialismo. Francis Fukuyama pronto le otorgó sustento teórico con su libro “El fin de la historia y el último hombre”, en el que señalaba, entre otras cosas, que se habría acabado la lucha ideológica en el mundo y sólo el libre mercado sería el encargado de gobernar en la nueva etapa de la sociedad. De allí se avanzó en la mundialización y la homologación de un mundo gobernado por un solo país y bajo una sola ideología: La liberal. Este liberalismo pronto fue sucumbiendo bajo su propia dinámica, creyéndose así misma ese postulado de vacío ideológico que planteaba el politólogo de ascendencia japonés. La industria cultural dominante se encargó de encapsular la diversión y los contenidos “apolíticamente correctos”, imbuyendo a la sociedad mundial en un soporífero letargo de acción ante el inagotable avance de las desigualdades entre los humanos, el afán de agotamiento de los recursos naturales y la profundización del individualismo darwiniano.

En América Latina, el recrudecimiento de un neocolonialismo indiscriminado que redujo a las oligarquías a un entreguismo absoluto de la soberanía, a un desmontaje del Estado y a la progresiva marginalización de grandes sectores de la sociedad, devino en una nueva oleada de resurrección popular que se ha manifestado en distintos polos del continente, con distintas velocidades y distintos tipos de reivindicaciones: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Nicaragua, Honduras, entre otros, han producido nuevos códigos para la participación popular en la construcción, o reconstrucción, de la soberanía latinoamericana. Evidentemente esto ha generado una fuerte reacción en los diversos polos de hegemonía que construyó el neoliberalismo en la región. Figuras políticas hechas bajo el esquema de consenso y medios de comunicación que, siendo beneficiarios directos del sistema de poder -tanto económico como cultural-, han librado una batalla sin cuartel.

Una muestra de esa articulada y metódica acción se ve reflejado después del discurso que diera en la Cumbre de Cancún el pasado 22 de febrero el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, otrora ganador del Premio Nobel de la Paz (recientemente otorgado también al presidente del gobierno con más presencia militar alrededor del mundo entero, demostrando así el desapego a la coherencia semántica que se desprende del enunciado del propio galardón). El discurso, apología conservadora, fue semilla para el cultivo de citas para los noticieros. Poco a poco fueron diseccionando elementos fundamentales para armar toda una campaña que, amparada en la presunta “buena imagen” de Arias, al que catalogan de “hombre de paz”, pusiera en el tapete los valores liberales bajo absurdos anclajes guerreristas del sur del continente.

El primer elemento que trae Arias sobre la mesa fue el siguiente: “Muchos quieren abordar un oxidado vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo durante la Guerra Fría. América Latina corre el riesgo de aumentar su insólita colección de generaciones perdidas. Corre el riesgo de desperdiciar, una vez más, su oportunidad sobre la Tierra. Nos corresponde a nosotros, y a quienes vengan después, evitar que eso suceda. Nos corresponde honrar la deuda con la democracia, con el desarrollo y con la paz de nuestros pueblos, una deuda cuyo plazo venció hace siglos”. Es evidente que el insigne presidente quiere apartarnos del debate de las ideas, cuando ese punto que quiere evadir es la base del debate político que se plantea hoy en la región. La postura engañosa de pretender contraponer el debate de las ideas sobre las que se fundamentaran los Estados y la unión latinoamericana contra la “democracia”, es un artilugio retórico soportado sólo por la imaginación del declarante y por el imaginario implantado por la industria de las comunicaciones en el cual se procura dar por sentado que sólo hay un tipo de democracia, que está asociada con el libre mercado, mientras que toda visión progresista respalda regímenes autoritarios y “no democráticos”. La aparente ignorancia de esta reiterada alteración de la teoría política, simplemente se cimienta en ese axioma fundamental de la praxis del periodismo moderno: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.

A partir de esta visión general que coloca en contexto, el viejo zorro se lanza un ataque directo que los medios de comunicación se encargarán de codificar como la caracterización del gobierno venezolano: “No se debe confundir el origen democrático de un régimen con el funcionamiento democrático del Estado. Hay en nuestra región gobiernos que se valen de los resultados electorales para justificar su deseo de coartar libertades individuales y perseguir a sus adversarios. Se valen de un mecanismo democrático, para subvertir las bases de la democracia. Un verdadero demócrata, si no tiene oposición, debe crearla. Demuestra su éxito en los frutos de su trabajo, y no en el producto de sus represalias. Demuestra su poder abriendo hospitales, caminos y universidades, y no cerrando medios de comunicación. Un verdadero demócrata demuestra su energía combatiendo la pobreza, la ignorancia, la inseguridad ciudadana, y no imperios extranjeros, conspiraciones secretas e invasiones imaginarias”. No hace falta que haga mención alguna del país al que se está refiriendo, de eso se encargará, una vez más, otro escalón de la cadena liberal. A partir de aquí los medios de comunicación empiezan a repetir estas aleccionadoras frases del presidente de Costa Rica asociándolas a las acciones del presidente venezolano. Lo que no saben, ni Arias ni el resto de los lacayos imperiales, es que sus argumentos todos caen por su propio peso. En primer lugar, en Venezuela la democracia no sólo se fundamenta en elecciones, las cuales son continuas y legitiman año a año las acciones de la revolución, sino que se fundamenta en la acción constante del pueblo hecho gobierno, en la participación popular.

La revolución en 10 años ha logrado llegar, de la mano con la acción popular, a mejorar los valores cualitativos de la población. Hoy Venezuela está considerado un país con un Nivel de Desarrollo Humano Alto por el PNUD con un índice del 0,844. Lo cual demuestra el fruto del avance sostenido en materia social por parte de la Revolución. Todo eso a pesar del asedio constante de lo que califica como “conspiraciones secretas e invasiones imaginarias”, las cuales se han demostrado en el golpe de estado de 2002 en el que participaron activa y orquestadamente los medios de comunicación que supuestamente se están “clausurando”.

Es falso que en Venezuela se hayan cerrado medios de comunicación. Los empresarios comunicacionales han intentado hacer ver como cierres políticos lo que han sido medidas administrativas propias de la soberanía del Estado. Le corresponde a éste administrar el espectro radioeléctrico por el cual viaja la señal televisiva. Si hay que reclamar hoy en día algo en América Latina es la enorme concentración que tienen los privados de este espectro, en Venezuela supera el 60%. Seguramente Arias conoce de eso ya que en 1987 hizo un decreto para poder privatizar el sector telecomunicaciones en Costa Rica –monopolio que hasta entonces estaba en manos del Estado-, durante su primer mandato, hecho que dos años más tarde fue declarado inconstitucional por el tribunal de su país.

Finalmente Oscar Arias entra en el terreno para el que fue llamado, para el que fue creado más bien: “¿con qué derecho se queja América Latina de su pobreza si gasta, al año, casi 60.000 millones de dólares en armas y soldados? La deuda con la paz es la más vergonzosa, porque demuestra la amnesia de una región que alimenta el retorno de una carrera armamentista, dirigida en muchos casos a combatir fantasmas y espejismos… Pero en la gran mayoría de nuestras naciones, un mayor gasto militar es inexcusable ante las necesidades de pueblos cuyos verdaderos enemigos son el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la desigualdad, la criminalidad y la degradación del medio ambiente”. EL partido con el cual llegó Oscar Arias al poder tiene entre sus logros fundamentales “Disolver el Ejército como Institución permanente”, esto aparece en la historia de su partido. Ellos renunciaron a la soberanía de la defensa. Delegaron en otros Estados esta responsabilidad fundamental de su pueblo. Fue una estrategia continua de los Estados Unidos ir reduciendo la capacidad militar de cada uno de los países latinoamericanos. La desmovilización y la considerable reducción de la capacidad operativa y de respuesta fueron notorias. Mientras tanto el fortalecimiento del poderío gringo era cada vez más palpable.

Las realidades de cada uno de los países latinoamericanos son distintas, los alcances en la inversión militar también son diversos. Hay países que han mantenido un continuado plan de compra de armamento, como Chile. Hay otros países que tienen tratados militares con los Estados Unidos, como Colombia. Pero hay otros países que están bajo una clara amenaza, como Venezuela que hasta hace cuatro años tenía la capacidad de respuesta por el piso, amén de una política de austeridad financiera que en ningún momento detuvo la preocupación por las mejoras al pueblo. La inversión social acumulada de los últimos 10 años en Venezuela es de 330 mil 582 millones de dólares. La inversión en educación, que estaba alrededor del 1% del PIB antes de la llegada del presidente Chávez, hoy se ubica por encima del 12%. Estos son apenas algunos de los datos de la realidad que el señor Arias y los

El debate para la construcción de un nuevo orden pasa por el debate serio y leal. Por entender que nos encontramos en un momento de determinaciones y de sentar posturas para poner piedra sobre piedra en el nuevo camino que debe tomar América Latina. La tesis liberal que hoy intentan rescatar a través de mentiras y subterfugios fracasó de forma rotunda como modelo en nuestra región. De eso se dieron cuenta los pueblos que hoy toman la batuta de la liberación y forjan su propio destino sin caer en el juego que plantean los medios o los ladridos de los perros liberales.
Colectivo Nuestroamericano Alí Primera
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viernes, 9 de abril de 2010

Mitos y Realidades

MITOS Y REALIDADES ENTORNO A
LA SITUACIÓN ACTUAL VENEZOLANA

Por: Colectivo Nuestro Americano Alí Primera


Mito
“Choques con la policía por el cierre de un canal de TV” (Clarín, 26-01-10, Argentina)

Realidad
A RCTV nadie la ha cerrado. Ese canal y otras tres estaciones debieron salir temporalmente de la parrilla de programación de los prestadores de servicio de televisión por cable, porque no le notificaron a CONATEL (el organismo rector de las telecomunicaciones en Venezuela) que eran medios nacionales y tampoco le pudieron demostrar que eran canales internacionales, como asegura ser RCTV. La normativa que rige a los canales por cable dice claramente que deben notificarse ante CONATEL como prestador de servicio audiovisual de producción nacional y cumplir con la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, a menos que el 70% de programación y publicidad transmitida no califiquen como producción nacional. Lo que pasa con RCTV no implica su cierre ni la eliminación de los puestos de trabajo, ya que una vez que proceda a notificarse ante CONATEL como prestador de servicios de producción nacional audiovisual, y por lo tanto, comprometerse al cumplimiento de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión y sus Normas Técnicas, podrá retornar a la parrilla de programación de la televisión por cable, y eso lo hace en menos de un día, claro está, luego de haberle sacado todo el provecho político posible al escándalo mediático provocado: dos estudiantes asesinados, policías y Guardias Bolivarianos heridos, bienes públicos destruidos, etc…

Mito
“Venezuela puede convertirse en una dictadura comunista” (La Nación, 28-05-09, Argentina)

Realidad
Con la aprobación en referéndum popular de una nueva Constitución, a partir de 1999 se está construyendo en Venezuela un nuevo modelo político de democracia participativa y protagónica. Un modelo que reemplaza el instaurado tras el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958, a partir del “acuerdo de gobernabilidad” suscrito por líderes anticomunistas de los partidos tradicionales. El mismo modelo que se sostuvo en un sistema bipartidista durante casi cuatro décadas, en sintonía con la gran patronal agrupada en Fedecámaras, con la burguesía venezolana y con los intereses del imperialismo norteamericano. El ajuste estructural de la economía venezolana desde la década de los 80, y las múltiples e incontenibles protestas sociales lo debilitaron hasta su colapso en el trágico Caracazo, cuando el ejército masacró en las calles al pueblo desarmado.

Es casi una década después de ese suceso, en 1998, cuando Hugo Chávez gana las elecciones presidenciales, con la promesa de iniciar la transformación hacia ese nuevo modelo político, más incluyente y más justo. Ganó apoyado por una abrumadora mayoría y por las mismas organizaciones políticas de izquierda que durante la vigencia del Pacto de Punto Fijo estuvieron en algún momento en la clandestinidad.

Desde entonces, en Venezuela han emergido importantes procesos de organización social de base y de transformación de la cultura política venezolana, con la incorporación progresiva de sectores amplios de la población que habían estado muy excluidos. Y este proyecto de país se ha legitimado consecutivamente a partir de 1999 a través de doce (12) procesos electorales que contemplan tanto elecciones presidenciales, regionales y parlamentarias como referéndums.

Mito
“Venezuela, "zona de desastre" para la libertad de expresión” (La Nación, 02-02-10, Argentina)

Realidad
En Venezuela más del 80% de radios y televisoras pertenecen al sector privado, el cual se divide en pequeños grupos de poder económico abiertamente politizados y de tendencia antigubernamental. Su ejercicio ha ido encaminado básicamente a representar partidos políticos de oposición y fomentar luchas que en apariencia suponen la defensa de la democracia, pero que en el fondo se reducen a un enfrentamiento entre sectores que apoyan o adversan al proceso bolivariano. Es decir, poco importa la pluralidad y/o naturaleza democrática de lo que se dice defender, por el contrario, se politiza toda causa y el debate termina centrándose en apoyar o no la gestión de gobierno.

Son estos mismos medios la tribuna desde la cual se denuncia constantemente la supuesta falta de libertad de expresión, se acusa al presidente de dictador y se promueve la agenda política de la oposición. Sus dueños y directivos han asumido el rol de líderes políticos de la heterogénea oposición venezolana e incluso formaron parte del golpe de Estado de 2002.

Este sector, para denunciar la supuesta falta de libertades, aparece en plazas, marchas, radios, cine, prensa y televisión. Más recientemente se ha unido al Twitter para decir que las medidas adoptadas por el gobierno contra corporaciones mediáticas que han violado la ley, son una abierta amenaza a la libertad de expresión. Sus voces las escuchan a diario todos los venezolanos y el resto del mundo, en todos sus espacios para seguir afirmando que no hay libertad.

Lo que sí está muy claro, es que no ha habido suficientes espacios en los cuales se puedan aclarar las falsas verdades creadas por estos sectores. El verdadero eje de su política no es la libertad de expresión, como ha quedado demostrado en su praxis diaria; la libertad de expresión es sólo una excusa lo suficientemente universal, que ha servido para amparar su lucha en contra del proceso de transformación que protagoniza el pueblo venezolano.

Exigir más libertad de expresión pasa por empezar a reconocer a aquellos que por pobres son criminalizados, invisibilizados, excluidos y cuya libertad no es respetada, en esos espacios en los cuales todavía no les es posible verse representados.

Mito
“Venezuela, rica en petróleo y pobre en electricidad” (La Nación, 10-01-10, Argentina)

Realidad
A pesar de que Venezuela tiene la tercera hidroeléctrica más grande del mundo, las distintas medidas de conservación y mantenimiento de ésta han sido insuficientes desde su puesta en servicio, durante los gobiernos del “Pacto de Punto Fijo”. Más allá de culpar a Chávez, cabría preguntarse de qué sirvió el proceso de privatización de las industrias estratégicas en los años ‘90; qué hicieron con las ganancias las corporaciones que la administraron.

Por otra parte, el bajo nivel de las aguas en los embalses provocado por la sequía, sirvió para revelar la falta de conciencia respecto al consumo de este recurso energético, que cubre el 72% del servicio a través de las centrales hidroeléctricas: nuestro país consume mayor energía per cápita que Brasil y Argentina, aún cuando son países con un nivel de industrialización mucho más alto.

Quienes pretenden hacer bandera partidista de un problema tan serio, donde todos tenemos una cuota de responsabilidad, tanto en el ahorro en el consumo del agua, como en el uso racional de los servicios y artefactos eléctricos, son la expresión de grupos desconectados, tanto de la realidad como de las necesidades puntuales de la población, que soslayan entre otras cosas el impacto que sigue teniendo la importación de productos de alto consumo.

Y de la pobreza y sus mitos...

Realidad
La creación y desarrollo de políticas y medidas impulsadas por el actual gobierno bolivariano, a través de las emblemáticas Misiones Sociales han permitido aseverar que en Venezuela, en el transcurso de esta primera década del siglo XXI, ha disminuido de manera significativa los índices de pobreza. Con esto, Venezuela ha sido de los primeros países que ha cumplido con los desafíos planteados con las Metas del Milenio de la Organización de Naciones Unidas. Institutos estadísticos, análisis e investigación venezolanos e internacionales así lo han certificado a través de sus informes. El Instituto Nacional de Estadística (Venezuela) señala que mientras en el año 1998 existía un 49% de hogares situados bajo la línea de la pobreza, en el año 2006 esta cifra se redujo 18 puntos con 30.6 % y a 26.6% en el año 2009. La pobreza extrema en 1998 era de 21%, en 2006 se situó en 9.1%, reduciéndose aún más en 2009 con 7%.

La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha reconocido igualmente estos avances a través de sus documentos oficiales titulados Panorama Social, describiendo avances similares a los señalados anteriormente. Según este organismo, en 1998 la pobreza se ubicaba en 51%, disminuyendo a 25% en 2008. La pobreza extrema representaba el 25% en 1998, situándose en 2008 en 8.5%. En su informe anual de 2008, la CEPAL destaca que la importante disminución de las cifras de pobreza e indigencia en la República Bolivariana de Venezuela obedece a “la elevada tasa de crecimiento del producto (PIB), así como la implementación continua de programas sociales de gran amplitud”.
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